domingo, 10 de noviembre de 2019

1 Y 2 CRÓNICAS. PRINCIPIO DE UNIDAD.

Su alternativa es concentrar. El eje de cristalización es el templo, construido por David-Salomón, servido principalmente por los levitas. Llama al templo hekal, o bien miqdash = santuario, de ordinario bet Yhwh / ´elohim. Hacia ese centro histórico tienen las generaciones desde Adán, con un sucesivo adelgazarse del tronco por la elección: Adán, Set, Noé, Abrahán, Isaac, Jacob, Judá y Leví; sin podar ramificaciones.

Para la empresa cúltica llegó a reinar David; sus guerras se cuentan para justificar que no pudiera él personalmente edificar el templo, el episodio del censo infausto se cuenta porque introduce el terreno donde se alzará el templo. Salomón completa a su padre David según el esquema proyecto - ejecución, preparativos - realización. Lo que sigue cuelga de ese centro histórico, sobre todo en forma de sucesivas restauraciones o reformas: Josafat, Joás, Ezequías y Josías. Según esta concepción, la restauración de Ciro (final de 2 Cr), contada por Esdras, parece postulada por el dinamismo de la obra. La práctica del culto ocupa grande espacio en el libro, es criterio para enjuiciar a muchos reyes, es el puesto adonde se convoca la historia presente, en forma de recuento, como tema de alabanza.

Es como si la función primaria de la historia fuera a congregarse en el templo para encontrar al Señor y alabarlo: misión litúrgica, más que misión apostólica de aquella comunidad postexílica. En esa función ocupan puesto privilegiado los levitas, mencionados unas cien veces en Cr, unas sesenta en Esd, Neh (frente a tres en Sm, Re); entre los levitas, los cantores. A la clase levítica pertenecía el reformador Esdras, y algunos profetas citados en la obra ostentan un cierto aire levítico. David, de la tribu de Judá, es el fundador y patrono de la institución; pero el rey no debe usurpar funciones sacerdotales. La alabanza se complementa con la súplica confiada: en las dificultades, en las batallas, el pueblo tiene que rezar, confiar y esperar; el resto lo hace milagrosamente Dios.

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