domingo, 10 de noviembre de 2019

1 CRÓNICAS. CAPÍTULO XXI.

Censo de Israel (2 Sm 24,1-25)

211Satán se alzó contra Israel e instigó a David a hacer un censo de Israel. David ordenó a Joab y alos jefes de la tropa:
-Id a hacer el censo de Israel, desde Berseba hasta Dan, y traedme el resultado para que yo sepa cuanta gente tengo.
3Joab respondió:
-Que el Señor multiplique a su pueblo por cien. Pero si todos están sometidos a su majestad, ¿qué pretende mi señor con este censo? Va a acarrear una culpa a Israel.
4Pero la orden del rey se impuso al parecer de Joab, que se puso en camino y recorrió todo Israel. 5Cuando volvió a Jerusalén entregó a David los resultados del censo: en Israel había un millón cien mil hombres aptos para el servicio militar, y en Judá, cuatrocientos setenta mil. 6A Leví y Benjamín no los incluyó Joab en el censo porque detestaba la orden del rey. 7Dios lo desaprobó y castigó a Israel.
8Entonces David dijo a Dios:
-He cometido un grave error al hacer este censo. Ahora, perdona la culpa de tu siervo, porque he hecho una locura.
9El Señor dijo a Gad, vidente de David:
10-Vete a decir a David: <<Así dice el Señor: Te propongo tres castigos; elige uno y yo lo ejecutaré>>.
11Gad se presentó a David y le comunicó:
12-Así dice el Señor: Escoge o tres años de hambre, o tres meses huyendo de tus enemigos y perseguido por la espada de tus adversarios, o tres días de espada del Señor, es decir, de peste en el país, mientras el ángel del Señor hace estragos en todo el territorio de Israel. ¿Qué le respondes al que me ha enviado?
13David contestó a Gad:
-Estoy en un gran apuro. Mejor es caer en manos de Dios, que es muy compasivo, que caer en manos de hombres.
14El Señor mandó entonces la peste a Israel y murieron setenta mil israelitas. 15Luego envió Dios un ángel a Jerusalén para asolarla. Pero apenas había comenzado lo vio el Señor, se arrepintió del castigo y dijo al ángel exterminador:
-Basta, detén tu mano.
El ángel del Señor se encontraba junto a la era de Ornán, el jebuseo. 16David alzó los ojos y vio al ángel del Señor erguido entre tierra y cielo, con la espada desnuda en su mano, apuntando hacia Jerusalén. David y los ancianos, cubiertos de saco, cayeron rostro en tierra. 17Entonces David dijo a Dios:
-Soy yo quien ordenó el censo del pueblo. Soy yo el que ha pecado. Soy yo el culpable. ¿Qué han hecho estas ovejas? Señor, Dios mío, descarga la mano sobre mí y sobre mi familia, pero no  hieras a tu pueblo.
18Entonces Gad, por orden del ángel del Señor, le dijo a David que fuese a edificar un altar al Señor en la era de Ornán, el jebuseo. 19Fue David, según le había dicho Gad en nombre del Señor. 20Ornán se hallaba trillando el trigo y sus cuatro hijos se habían escondido; se volvió y vio al ángel. 21David se acercó a Ornán y éste, al ver a David, salió de la era y se postró ante él rostro en tierra. 22David dijo a Ornán:
-Dame la era para construir un altar al Señor. Es para que cese la mortandad en el pueblo. Te pagaré su precio exacto.
23Ornán le respondió:
-Tómela su majestad, y haga lo que le parezca. Le doy también los bueyes para los holocaustos, los trillos para leña y el trigo como ofrenda. Se lo doy todo.
24Pero el rey David le dijo:
-No, no. Lo compraré por su justo precio. No voy a tomar lo tuyo para ofrecer al Señor víctimas que no me cuestan.
25David le dio a Omán sesenta gramos de oro por la era. 26Construyó allí un altar al Señor. Ofreció holocaustos y sacrificios de comunión, invocó al Señor, que le respondió enviando fuego del cielo sobre el altar de los holocaustos. 27Y el Señor ordenó al ángel que envainase la espada. 28Entonces, al ver David que el Señor le respondía en la era de Ornán, el jebuseo, ofreció allí sacrificios.
29El santuario del Señor que hizo Moisés en el desierto y el altar de los holocaustos se encontraban por entonces en la ermita de Guibeá. 30Pero David no se atrevió a ir allá a consultar a Dios porque lo aterraba la espada del ángel del Señor.

Explicación.

21 En el original de 2 Sm 24 y en la presente versión, el episodio del censo y la peste es importante porque determina la compra del terreno donde se alzará el nuevo templo. En los dos, a través de un pecado, un castigo y una expiación, se llega a la feliz elección del lugar. Como si estos acontecimientos preludiasen una función central del templo, la expiación. Nuestro autor explota el tema introduciendo una serie de cambios significativos.

Dios queda más remoto, aunque dominando con su soberanía todo el proceso; el lugar más próximo al hombre lo ocupan el ángel tradicional, que cobra mayor relieve, y el personaje nuevo, Satán. Son dos figuras sobrehumanas que se oponen en su actividad, no en confrontación directa, sino en un proceso referido al hombre. Este Satán (= rival, opositor) podría estar inspirado en el espíritu engañador de 1 Re 22,22 y está emparentado con el Satán del libro de Job y algo menos con el Satán de Zac 3,1-2. Como espíritu tentador, que se insinúa en la mente del hombre, puede relacionarse con el "oráculo" de Sal 36,2.

De este personaje maligno, no del Señor, procede el mal deseo y proyecto de David; en cuanto tal, es enemigo del pueblo de Dios. De hecho, está poniendo en marcha un proceso salvador, porque Dios puede transformar el mal en bien (Gn 50,20). En el proceso, David es intermediario y representante del pueblo.

El otro personaje es un ángel mediador, que se cierne entre cielo y tierra, sin asentar los pies en el suelo (compárese con la palabra mediadora de Sab 18,16). Mientras el Satán permanece invisible, el ángel se manifiesta. Es un ángel exterminador, como el de Ex 13,23 y el de 2 Re 19,35; sólo que ejecuta la sentencia divina contra Israel. Puede dar órdenes al profeta, pero no elimina la actividad mediadora del profeta ni la intercesión de David.

En el censo David actúa como guerrero, en la súplica, como pastor.

La narración discurre en tres actos, de modo que al final del primero (7) adelanta a manera de título el segundo acto (8-15), y el final del segundo es como el título del tercero (16-27).

21,3-6 La resistencia de Joab a la orden del rey está subrayada, haciendo resaltar el pecado de David. La tribu de Leví será objeto del censo aparte, cuando Dios lo mande (como en Nm 3, cumpliendo la orden de Nm 1,49). Todo Israel estaba sometido a David, y esto bastaba; el rey no debía contar súbditos para gloriarse de sus fuerzas, que sería tentar a Dios. La culpa recae sobre Israel por el puesto que el rey ocupa y quizá porque el censo lo sustrae al control exclusivo de Dios; lo que no se cuenta supera al hombre (Gn 15,5; Sal 139; 18; Jr 33,22; Os 2,1). La exclusión de Leví es lógica, dado el carácter militar del censo, la exclusión de Benjamín aparece inmotivada.

21,12 Se oponen la espada del enemigo y la espada del Señor, que aquí se identifica con la peste (versión diversa y ampliada de la espada en Is 34,5ss; de la peste en Sal 91,6), y es manejada por el ángel.

21,15 La narración procede con más coherencia que en el original. La ciudad de Jerusalén comienza a cumplir una función protectora, preludiando la futura función del templo. El castigo se detiene ante ella (ángel exterminador y espada retornarán a Jerusalén en las visiones de Ezequiel), como se detuvo el ejército de Senaquerib.

21,17 La intercesión de David está algo desarrollada, para dar más énfasis a su sentido de responsabilidad. El pueblo que David con el censo quería haber sentido suyo propio, ahora confiesa que es de Dios: "no hieras a tu pueblo". Se poddría comparar con las intercesiones de Moisés, especialmente en Ex 32 y Nm 14.

21,20 Es novedad que también Omán vea al ángel. Ornán es pagano, superviviente de la población local, y la visión le enseña a respetar y someterse a David. La postración es acto de homenaje (se cambian los papeles de Abrahán y Melquisedec, vasallo y rey).

21,22-25 Las negaciones recuerdan las de Abrahán comprando un sepulcro para Sara (Gn 23). La actitud de Ornán puede leerse como expresión de reverencia sagrada y de vasallaje: el terreno donde ha aparecido el ángel es ya sagrado, con todo lo suyo, y no puede el dueño retenerlo para usos profanos. El Cronista añade el trigo para la ofrenda que debe acompañar el sacrificio. En cuanto al precio, ha sufrido el aumento impuesto por el autor: de 50 pasa a 600 siclos, de plata, a oro.

21,26 Como en la historia de Elías en el Carmelo (1 Re 18) y en otras ocasiones (Jue 6,21; Lv 9,24), el rayo es fuego celeste, sagrado, que consagra el altar y la víctima.

21,28 Al holocausto, consumido por el fuego celeste y que precede a la orden de envainar la espada, suceden los sacrificios (quizá en comunión) ofrecidos por David. El rey ha comprendido que el Señor ha elegido un puesto antes pagano y profano.

21,29-30 Más aún, la espada del ángel le cierra el camino, como a otro Balaán, y lo confina a ese terreno jebuseo. Lo lógico habría sido ir a ofrecer los sacrificios al puesto tradicional y al altar oficial; pero Dios ha intervenido creando una situación nueva. Por la elección manifiesta de Dios queda legitimado el lugar del templo. Así concluye felizmente el drama del rey y de su pueblo.

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